Los otros libros y los otros rezos de Medellín

Los otros libros y los otros rezos de Medellín
Afuera se quedan los zapatos. Y aunque desde la fachada parece una casa común y corriente con balcón, después de la puerta está lo que realmente es: una mezquita. En Belén, en Medellín.

Al lado de la puerta están las mantas blancas para las mujeres. Sólo se les ve la cara. Ni una gota de pelo. Ellas oran en la pieza del fondo. Las mujeres están en un lado y los hombres en otro. Ellos rezan en lo que sería la sala, mirando al oriente, que es donde está La Meca.

"Para el mundo musulmán es un lugar de reunión. Es el templo", explica Hasan Turk, profesor y politólogo. Allá se reúnen a conversar de la ciudad, del algún tema que haya que resolver. Los musulmanes oran cinco veces al día. Si pueden, en la mezquita. A la que no faltan es a la cita de los viernes, al mediodía. "Es como la misa del domingo para los católicos", añade Hasan.

Los zapatos están arrumados en la puerta. Las paredes de la izquierda, mirando hacia el fondo, tienen cuadros de otras mezquitas. Las de la derecha, las oraciones: en árabe, la pronunciación y lo que significan en español.

A la mezquita van musulmanes de origen turco, como Hasan. De Siria, como Nader Shayet (explica que antes de rezar hay que lavarse las manos, la boca, la nariz, la cara, las orejas, el cuello, los brazos hasta el codo, los pies. Tres veces, por cada uno, empezando por el derecho). Y de Colombia, como Carlos Martínez, que desde hace unos diez años tiene como dios a Alá. "Hasta ahora me sé la oración en árabe. Hay mucha gente que aprende el idioma". Por esas cosas de la vida llegó a la religión y sintió que era la suya. Entonces dejó de ser católico. "Y estoy muy feliz y contento".

Allá reciben a todos. No importa la raza, ni la nacionalidad. Incluso en la mezquita hay diferentes actividades, cursos de idioma y hasta talleres de cocina. Es un centro cultural.

Viernes. Ya terminaron la oración. Tienen los zapatos puestos. Ellas todavía el manto en sus cabezas. Lo llaman hijab y lo usan, dice Hasan, por convicción. Si no, sería hipocresía. "La fe es lo más importante". Todavía conversan. Llevan una bolsa en la mano. Después de la oración, el que puede, regala algo. Unas galletas. Algo. Cuestión de compartir con el otro.

Entretenidos con la Botánica
De la mezquita ponga rumbo norte, hacia el que fuera el parque de la Independencia. Para llegar a la Biblioteca hay que untarse de Jardín. Encontrarse de pronto con una iguana grande, sostenida del árbol. Después hay que bajar y hallar un lugar ordenado. "Es una biblioteca especializada en botánica", expresa Marta Guirales, la coordinadora. Muy completa: 9.700 volúmenes, en los que se cuelan, en una esquina, unos cuantos de literatura.

"Es especializada, para todo tipo de público". Quiere decir que puede ir el investigador que quiere encontrarse con la colección de los 32 volúmenes de la Flora de la Real Expedición Botánica, "un patrimonio para la ciencia" (y una joya para la biblioteca), o la señora que tiene ganas de empezar con un jardín en su casa.

Por eso, explica Marta, no es preciso señalar que es pública: la colección no es general, pero sí para todos, porque hay mucho para aprender. "Cuando la gente piensa en botánica, se imagina que es sólo ese montón de nombres tan extraños, pero vienen y se encarretan".

No sólo es el espacio (una galería de arte a la izquierda, mesas, pufs y un silencio exacto para leer. También hay un jardín y mucha luz). Es lo que hay en los estantes. Los dibujos de los libros de Humboldt, que son artísticos y científicos, por ejemplo. Se llaman Voyage de Humboldt y Bonpland . Y para pasarlo de mesa se necesita hacer fuerza. Grandísimos. "Mostraron América al mundo".

La biblioteca la fundaron un año después del Jardín, en 1973, con la colección del padre Enrique Pérez. Todavía la tienen. Está al principio, con todos los años encima.

Conquistó el corazón
Ellos sonrieron esa vez que vieron el teatro con las sillas y la alfombra roja. Ya tienen interpretación: les pusieron la alfombra como en esos grandes eventos. Por ahí pasan los más importantes, es decir ellos, la comunidad.

El corregimiento de San Cristóbal no tenía biblioteca. Quizá por eso, el día de la inauguración, cuenta el promotor de lectura Arvey Salazar, estuvieron más de diez mil personas. Un récord en los parques bibliotecas. Y no han dejado de ir. Los números de personas que se inscriben para los talleres y actividades, lo hacen inflar el pecho: "En sólo tres días, cien para la Escuela de Música".

El parque biblioteca se ve desde la carretera. Un bloque negro. Desde adentro, la luz entra natural. A un lado está el teatro, la escuela de música, los salones para reuniones, la ludoteca. Al otro, los libros y las salas de lectura. El techo de la infantil, lleno de colores y nubes, resume lo que es el lugar completo: "La sala de los sueños -comenta Arvey -. Aquí leen, imaginan, sueñan". Para San Cristóbal, este espacio, suyo, es un lugar para soñar. Si no, no habría niñas como Alejandra, que va todos los días, así no se haya bañado.

La colección alcanza los 8.000 textos, que pueden prestar. "En la tarde es la hora de mayor congestión". Así que mejor ni describir la fila. Y hay unos 4.500, que regaló el Instituto Cervantes y llegaron en barco, y están en catalogación. Rodean una parte del segundo piso, para cuando alguien los quiera coger.

En ese rectángulo hay salas virtuales, pronto estará la digital, el aire acondicionado es natural, se puede leer en cualquier huequito, hay espacio para hacer aeróbicos, camino para montar en bicicleta, salón de danza, espacio para leer prensa y hasta sala de arte que, por consenso, decidieron llamar Fernando Botero.

El parque biblioteca es negro. El promotor de lectura cuenta que una de las explicaciones del arquitecto, Orlando García, es que de noche, cuando todo se apaga y se prenden esas luces que se reflejan en las ventanas, de lejos se ven pequeñas ventanitas encendidas. "Es el mismo San Cristóbal".

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