
Adriana*, de unos 50 años, escuchó con atención las letras de Dorotea y Miguel, un cuento infantil que la hizo olvidarse las camas de hospital, los médicos y la dura enfermedad que estaba viviendo. Quien le leía en voz alta cerró el libro y se despidió.
Unos metros adelante, el promotor de lectura escuchó el código azul, que alertaba del paro respiratorio de la paciente. Ese fue el último día en que Adriana estuvo en la tierra y Dorotea y Miguel, de la ilustradora Keiko Kasza, su última lectura.
Al día siguiente, Robertson Alvarado, el promotor de lectura, siguió impulsando el carrito de libros y visitando a los pacientes más críticos, pero esta vez con la convicción de que había logrado que los últimos minutos de Adriana fueran menos dolorosos.
Con ese objetivo, desde hace seis meses, tres carritos con las letras de Jairo Aníbal Niño, Daniel Samper Pizano y hasta José Saramago, entre otros autores, se reparten "como la medicina para el alma" de los pacientes del Hospital Universitario Mayor (antiguo San Pedro Claver) y el Hospital Universitario Barrios Unidos.
La escena del jueves pasado, en el sexto piso del Hospital Universitario Mayor, fue distinta. María Paula, de 12 horas de nacida, escuchaba abrazada a su papá El tigre y el rayo, su primera lectura.
En una habitación conjunta, Miryam Cortés, conectada a una bala de oxígeno, reía cada vez que a Margoire Pacheco, la promotora, se le enredaban las palabras con los trabalenguas de un libro con llamativas imágenes.
"En un hospital, los pacientes enfrentan condiciones difíciles y con Leer para sanar logramos que su estadía en este lugar sea más grata", explicó Orlando Jaramillo, presidente del Grupo Méderi y promotor de la iniciativa.
En seis meses, más de 5.200 lecturas han hecho sonreír a pacientes que no lo hacían y "logra interrumpir esos duelos interminables que viven los pacientes cuando llevan semanas y hasta meses en una cama", contó Paola Araque, terapeuta ocupacional.
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